Diariamente experimentamos obstáculos acompañados de retos que, si aprendemos a gestionarlos desde la presencia activa, podremos ver como éstos nos sirven para evolucionar.

Diariamente experimentamos obstáculos acompañados de retos que, si aprendemos a gestionarlos desde la presencia activa, podremos ver como éstos nos sirven para evolucionar.
Necesitamos encontrarnos con nosotros mismos, revisar y cuestionar nuestro código ético personal. Preguntarnos qué hay allí que tanto nos machaca y no nos deja ser libres y avanzar.
Tanto los intercambios de opinión como las discusiones son parte de la vida, de las relaciones humanas y de cada entorno en el que nos movemos. Es normal discutir, es normal estar en desacuerdo, es frecuente tener que defender una postura y hasta es habitual que defendiendo la misma, elevemos el tono.
¿Crees realmente que eres un “cero a la izquierda” para todos y que esforzarte es inútil? ¿Por qué crees que no consideran tus aportes? ¿Crees que los otros te ignoran porque en el fondo lo que quieren es acabar con tu paciencia?
Atravesar una etapa crítica en las relaciones no es algo que nadie desee en su haber. Sin embargo, esa necesidad imperiosa de dar batalla (aún casi vencidos), es un sentimiento de una nobleza infinita.
Puedes anclarte en la queja infinita y regodearte de lo difícil que es todo, o puedes abrirte camino poco a poco, encontrar tus motores y darte una tregua para enfrentarte a lo difícil (no imposible).